Rumor de interrogantes devastan la conciencia.
¿Por qué?
El hambre, perdida la dimensión del pan
reconoce coqueteante al mendrugo,
los pies al suelo tibio escrutan titubeantes la tierra,
la escuela dormida en el discurso tiene asnsiedades
de tizas, como la biblioteca que escondida en el plano
agotó los recursos tiene ansiedad de libros.
¿Por qué?
El ministro de educación, airoso, dicta normas, acres,
decretos de etéreos principios, vagas aspiraciones,
fuliginosas alucinaciones de erudito, sobre intangibles.
Terminó tres carreras, diplomados, doctorados, además
asiste a reputados y dulces seminarios en países lejanos.
¿Por qué razón ahora, implanta concursos de sabiduría,
en escuelas de paja, culo al suelo? Si el bien lo sabe,
pobladas con seres de ojos legañosos, que denuncian el sueño quebrantado de la hamaca guindada entre totumos,
y despotamente, cruelmente estremecida, torturada
por el zumbido desapacible de agobiantes plagas:
paramilitares paranoicos, que a falta de hombres,
que hulleron ante los zopilotes, bajo el zurrar de balas,
acribillan, serruchan o dan de puñaladas, sólo por su luz,
a inocentes luciérnagas, las del poeta, luciérnagas fantásticas.
Hugo A. Torregroza A.